Olga Barrio
Debo confesar que soy
una mujer que, pese a estar a puertas de la adultez, aun flipa con las
historias de piratas (al extremo de parecer una niña emocionada cuando estoy
ante alguna), y es que realmente emociona conocer historias de tesoros ocultos,
batallas épicas entre enormes naves y, por sobre todo, hombres libres.
Es así como caminando
por la FILSA y con escaso dinero en mi bolsillo me encontré con este libro en
un puesto donde había muchas rebajas, estaba junto a Rebelión en la granja de Orwell a $1000 chilenos (algo así como un
dólar y medio aproximadamente). Lo compré junto al libro ya mencionado solo por
la palabra clave del título (que está de más mencionar) y lo dejé para leerlo
terminando el semestre en la universidad.
Admito que no me gustó
el inicio. “Historia genérica de piratas”, pensé al iniciarla. Trata sobre un
joven (Jacques) que, navegando a las Antillas en el barco de su tío, tras la
muerte de este se entera que su barco, el Adventure, es en realidad un barco
pirata y que su pariente era uno de los capitanes más reconocidos en el oficio.
El título del libro alude a uno de los diálogos entre Jacques y el segundo de
abordo (Gaillard), quien, como buen amigo del difunto capitán, estimaba al
muchacho y lo quería incluir en el oficio, al inicio por razones de influencia
del apellido y luego por el cariño que le había tomado al mismo. No hay mucho
más que contar pues sería adelantar la historia, solo destacar lo genérico de
los personajes. Como un buen amigo me dijo hace unos años: “No se puede esperar
mucho más de una historia de piratas, han existido por tantos años que es
difícil ser original. Aunque no por eso la trama se va a desarrollar mal.” Por
esa razón continué leyendo. Después de todo, se avanza rápido por la simpleza
de la narración.
Existen varias
contradicciones evidentes no solo para el lector atento, notorias sobre todo en
el inicio de la historia. Aun así, antes de darme cuenta (aproximadamente llegando
al capítulo 5, menos de 50 páginas de mi edición citada al final del artículo),
la trama ya me había envuelto. Deseo insistir en lo genérico de la historia
principal y los personajes, pero de igual manera aclarar que una trama común no
es necesariamente mala. William Wordsworth, poeta inglés, en su “Prologo a las
baladas líricas” señala que un buen poema (en este caso un buen escrito) debe
redactarse de manera que el lector comprenda fácilmente la trama central. Según
señalaba ahí mismo, “¡El tema es lo verdaderamente importante!” (45), por lo
que no me detendré a juzgar la simpleza de la escritora al momento de escribir
esta novela.
No pretendo ser de esos
críticos que todo encuentran malo. Hay muchos recursos estílicos que caben
destacar de este libro. Lo que más llama la atención es el montaje: se narran
acontecimientos paralelamente o cosas que sucedieron antes y que son de
importancia, sin la necesidad de explicar el tiempo en que se desarrollan. Es
un recurso simple, muy utilizado en la literatura contemporánea que rompe la
linealidad de una historia volviendo más interesante y didáctica la manera de
leer. Otro recurso utilizado por la escritora, en especial más avanzada la
historia, es el cambio de voz narrativa. Ocasionalmente la narración pasa a estar
en primera persona volviéndose una especie de corriente de la conciencia de
Jacques o (de forma menos recurrente) de algún otro personaje. El libro presenta, además, una enorme cantidad de referencias intertextuales de los más diversos autores, como lo son Stevenson, Conrad e incluso Poe, lo que hace aún más interesante el análisis del mismo.
Un detalle que cabe
destacar, volviendo a lo dicho por Wordsworth, es que Barrio tiene la capacidad
de jugar con los sentimientos del lector, cosa que no cualquiera logra. En los
momentos de alegría o de risa, no podía menos que tener una sonrisa en los
labios mientras leía y en los momentos de más tención… pues, era el libro el
que sufría mientras lo apretaba entre mis manos sin poder parar de leer. Era
posible empatizar con cada uno de los personajes, odiar a los desagradables,
pero al mismo tiempo comprender el motivo de su maldad, o, llorar con las
desgracias de algunos y alegrarse cuando estaban bajo una buena estrella. De
esta forma, la novela era capaz de eliminar la barrera entre la ficción y la
realidad, logrando que el lector se adentrara en ella sintiéndose parte de la
misma.
Me veo en el deber de
realizar una breve reflexión sobre las historias de este tipo. Tal como
mencioné antes, es muy difícil encontrar una historia sobre piratas que sea
100% original, pareciera ser que ya todo ha sido contado anteriormente y ya
nada nos podría sorprender. Sin embargo, es el desarrollo de la historia lo que
realmente puede transmitir un nuevo mensaje, una nueva perspectiva de cómo
contar una historia. Es sencillo juzgar un escrito diciendo “esto ya se ha
visto” pero hay que aprender a hacerlo por las apariencias y poder rescatar
otro tipo de cosas.
Recuerden siempre que
una obra literaria no se basa solo en una historia, sino que en cómo el
escritor, al igual que un escultor, es capaz de otorgarle una forma y de esa
manera, transmitir una serie de sensaciones que nos transportan a nosotros, los
lectores, a una infinidad de mundos habidos y por haber.
Gracias por leer.
Saludos.
Obras
citadas:
Barrio, Olga. ¡Qué me parta un rayo si termino convertido en un pirata!. Barcelona:
Diagonal Grup 62, 2002.
Wordsworth. Prólogo
a baladas líricas. Trad. Eduardo Sánchez Fernández. Madrid:
Hiperion, 1999.
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