miércoles, 14 de diciembre de 2016

¡Qué me parta un rayo si termino convertido en un pirata!

Olga Barrio

Debo confesar que soy una mujer que, pese a estar a puertas de la adultez, aun flipa con las historias de piratas (al extremo de parecer una niña emocionada cuando estoy ante alguna), y es que realmente emociona conocer historias de tesoros ocultos, batallas épicas entre enormes naves y, por sobre todo, hombres libres.

Es así como caminando por la FILSA y con escaso dinero en mi bolsillo me encontré con este libro en un puesto donde había muchas rebajas, estaba junto a Rebelión en la granja de Orwell a $1000 chilenos (algo así como un dólar y medio aproximadamente). Lo compré junto al libro ya mencionado solo por la palabra clave del título (que está de más mencionar) y lo dejé para leerlo terminando el semestre en la universidad.

Admito que no me gustó el inicio. “Historia genérica de piratas”, pensé al iniciarla. Trata sobre un joven (Jacques) que, navegando a las Antillas en el barco de su tío, tras la muerte de este se entera que su barco, el Adventure, es en realidad un barco pirata y que su pariente era uno de los capitanes más reconocidos en el oficio. El título del libro alude a uno de los diálogos entre Jacques y el segundo de abordo (Gaillard), quien, como buen amigo del difunto capitán, estimaba al muchacho y lo quería incluir en el oficio, al inicio por razones de influencia del apellido y luego por el cariño que le había tomado al mismo. No hay mucho más que contar pues sería adelantar la historia, solo destacar lo genérico de los personajes. Como un buen amigo me dijo hace unos años: “No se puede esperar mucho más de una historia de piratas, han existido por tantos años que es difícil ser original. Aunque no por eso la trama se va a desarrollar mal.” Por esa razón continué leyendo. Después de todo, se avanza rápido por la simpleza de la narración.

Existen varias contradicciones evidentes no solo para el lector atento, notorias sobre todo en el inicio de la historia. Aun así, antes de darme cuenta (aproximadamente llegando al capítulo 5, menos de 50 páginas de mi edición citada al final del artículo), la trama ya me había envuelto. Deseo insistir en lo genérico de la historia principal y los personajes, pero de igual manera aclarar que una trama común no es necesariamente mala. William Wordsworth, poeta inglés, en su “Prologo a las baladas líricas” señala que un buen poema (en este caso un buen escrito) debe redactarse de manera que el lector comprenda fácilmente la trama central. Según señalaba ahí mismo, “¡El tema es lo verdaderamente importante!” (45), por lo que no me detendré a juzgar la simpleza de la escritora al momento de escribir esta novela.

No pretendo ser de esos críticos que todo encuentran malo. Hay muchos recursos estílicos que caben destacar de este libro. Lo que más llama la atención es el montaje: se narran acontecimientos paralelamente o cosas que sucedieron antes y que son de importancia, sin la necesidad de explicar el tiempo en que se desarrollan. Es un recurso simple, muy utilizado en la literatura contemporánea que rompe la linealidad de una historia volviendo más interesante y didáctica la manera de leer. Otro recurso utilizado por la escritora, en especial más avanzada la historia, es el cambio de voz narrativa. Ocasionalmente la narración pasa a estar en primera persona volviéndose una especie de corriente de la conciencia de Jacques o (de forma menos recurrente) de algún otro personaje. El libro presenta, además, una enorme cantidad de referencias intertextuales de los más diversos autores, como lo son Stevenson, Conrad e incluso Poe, lo que hace aún más interesante el análisis del mismo.

Un detalle que cabe destacar, volviendo a lo dicho por Wordsworth, es que Barrio tiene la capacidad de jugar con los sentimientos del lector, cosa que no cualquiera logra. En los momentos de alegría o de risa, no podía menos que tener una sonrisa en los labios mientras leía y en los momentos de más tención… pues, era el libro el que sufría mientras lo apretaba entre mis manos sin poder parar de leer. Era posible empatizar con cada uno de los personajes, odiar a los desagradables, pero al mismo tiempo comprender el motivo de su maldad, o, llorar con las desgracias de algunos y alegrarse cuando estaban bajo una buena estrella. De esta forma, la novela era capaz de eliminar la barrera entre la ficción y la realidad, logrando que el lector se adentrara en ella sintiéndose parte de la misma.

Me veo en el deber de realizar una breve reflexión sobre las historias de este tipo. Tal como mencioné antes, es muy difícil encontrar una historia sobre piratas que sea 100% original, pareciera ser que ya todo ha sido contado anteriormente y ya nada nos podría sorprender. Sin embargo, es el desarrollo de la historia lo que realmente puede transmitir un nuevo mensaje, una nueva perspectiva de cómo contar una historia. Es sencillo juzgar un escrito diciendo “esto ya se ha visto” pero hay que aprender a hacerlo por las apariencias y poder rescatar otro tipo de cosas.

Recuerden siempre que una obra literaria no se basa solo en una historia, sino que en cómo el escritor, al igual que un escultor, es capaz de otorgarle una forma y de esa manera, transmitir una serie de sensaciones que nos transportan a nosotros, los lectores, a una infinidad de mundos habidos y por haber.

Gracias por leer.

Saludos.



Obras citadas:

Barrio, Olga. ¡Qué me parta un rayo si termino convertido en un pirata!. Barcelona: Diagonal Grup 62, 2002.

Wordsworth. Prólogo a baladas líricas. Trad. Eduardo Sánchez Fernández. Madrid:

     Hiperion, 1999.